Consuelo Lewin

Fragmentos de Luz Natural

 

Exposición individual, Galería Stuart,  Santiago, Chile (2009).

 

Una breve mirada al cosmos cristalino de Consuelo Lewin.

 

 

“Las cosas «prodigiosas« solo se convierten en objetos sublimes si se mantienen ajenas tanto al temor  como a la seducción, al «atractivo«.”

 

Jacques Derrida, La Verdad en Pintura (fragmento

 

 

Hace un tiempo atrás  al observar el trabajo de Consuelo Lewin reparé en como ella desde el quehacer pictórico había retomado el paisaje costero de nuestra zona central desde el cromatismo que nos ofrece el pantón industrial, como tema en su obra. Lo anterior me hacía y me sigue haciendo mucho sentido, cuando pienso en el modo que  ella adopta para clasificar de manera meticulosa nuestra geografía, como si se tratase de una nueva mirada a la pintura de caballete, reemplazando los tubos al óleo por el registro fotográfico y el lienzo por las superficies en resina, algunas de las cuales contienen las denominaciones de los colores que estos pantones tienen.

 

En otras palabras, su trabajo combina una investigación de la realidad del paisaje con la estética de su representación, en el sentido de buscar nuevas formas para contemplarlo. Mas, ¿Qué sucede cuando a este modo de observar el paisaje la imagen se desvanece en el reflejo de su entorno?

 

Sin intentar responder cabalmente el cuestionamiento que me surge al ver esta serie de trabajos recientes, me parece que en el gesto de pintar los cielos y nubes que cubren esta vista, ella hace referencia al vacío como preludio al cuerpo mismo de la naturaleza en donde esos fenómenos se observan. Tal recurso es clave en la filosofía oriental para orientarnos en la noción de reflexionar sobre el todo a partir de la nada, analizar la presencia por medio de su ausencia, imaginar el ruido a partir del silencio.

 

De ahí entonces que esta gran obra pictórica realizada sobre vidrio pintado y luego craquelado, pacientemente dispuesto sobre estos tres paneles de madera, disuelva su imagen etérea a través del reflejo que proviene de los grandes ventanales que enfrenta. Dejando entrar el mundo natural circundante como una manera vital de hacernos presente el juego de transformaciones que hay en el gesto del pintor frente al paisaje. Haciendo patente el prodigio de una tempestad y luego su calma, el paso de la noche al amanecer o simplemente el lugar que debemos aguardar para ver el arco iris tras la lluvia intempestiva.

 

Cosmos Cristalinos ha propuesto mi memoria a esta bella obra que encierra en las fisuras de su reflejo el color como signo de un tiempo condensado a modo de recuerdo de nuestra existencia.

 

 

 

 

Carlos Navarrete

Santiago de Chile octubre del 2009